El estado anda cautivo.
Sin voluntad. Las manos
desolladas de cavar su propia tumba. No
recuerda lo que nunca llegó a ser. Dignidad
hecha jirones en cada zarza del camino.
Los mercachifles se
repartieron ya la herencia (por si acaso el testamento).
Solo le queda cavar más hondo, donde no alcancen la luz
ni la vergüenza.
Dejarse ir.
Y que nos jodan.
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