viernes, 1 de julio de 2011

Háblales de lo ridículo de un hombre posado sobre la luna, enarbolando una bandera.  Del futil empeño por nombrar los mares, las montañas, el aire, las praderas, las palabras, las ideas.  De la belleza inaprehensible.  De la permanencia del fuego.  Siempre nada más que el fuego.

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