lunes, 4 de febrero de 2013

Contar la historia del Duende, de mi encuentro con el Duende, de palabras de cuando así aún todavía y sin embargo difícil el recuerdo puro, despierto, desnudo, desubicado, sin aires de grandeza ni de pobreza ni de belleza ni de literatura, ajenos al sentimentalismo, perdida la esperanza de rescatarle y sin embargo el Duende y los papeles arrugados cortados apresuradamente torpes y apasionados, inocentes, ingenuos, poderosos como el mantra de la perpetua iluminación. Contar la historia del Duende situarse en una esquina cualquiera en el Eixample una mañana cualquiera en el Eixample una persona cualquiera en el Eixample que se detiene a hablar con él cuando te aborda y te cuenta te cuenta te cuenta soy poeta, amigo, estas son mis poesías, mis dibujos, tuyos son y hágase tu voluntad, y media hora en esa esquina a cambio de unas monedas, y buscar en la mochila del Duende, biblioteca, caos, serendipia, palabras de la basura, sueños de la basura, duendes de la basura, abismos esperanzadores en el filo de la crueldad y la inocencia, de la verdad y la locura, y al fin y al cabo partir con los papeles del Duende, con el recuerdo del Duende, con el hechizo del Duende, para no volver a verle, para verle siempre, y siempre y para siempre. Para contar, para no contar, para pedir, para perder, para buscar en la basura donde siempre abismos, libros, duendes y palabras. Donde navajas. Donde quien sabe qué perdidas esperanzas.

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