sábado, 5 de septiembre de 2015

Una trifulca en un bar muy concurrido.  Llega la policía, reparte pistolas y cuchillos arbitrariamente, se queda en la puerta contemplando la pelea.  No intentan detenerla, solo esperan.  De vez en cuando disparan sin preguntar contra objetivos aleatorios: la pantalla, la cafetera, el mostrador, el viajante, el cobrador, la quiosquera, el cocinero,  la camarera coja...  Los clientes que quedaron atrapados intentan escapar, los uniformados en la puerta se lo impiden.  A empujones los devuelven al corazón de la carnicería.  Si alguno, malherido, consigue escapar entre las piernas de un agente le reciben rechazo o indiferencia.  Sangrar la acera es cosa fea.  Cierren esa puerta, piden los vecinos, la chusma grita y huele mal.

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