miércoles, 27 de septiembre de 2023

Arañazos. Sentir arañazos bajo la cama. Como de un animal trepando hacia arriba, cavando hacia arriba; cavando hacia mí desde abajo, arañando las tablas del somier, arañando la parte de abajo del colchón. Constante, metódico, a veces desesperado. Como si fuera un no muerto en su ataúd; un mal sueño enterrado vivo en su ataúd, un mal sueño atrapado en pleno éxtasis y tomado por muerto. Encerrado en la caja, sepultado, olvidado, bajo mi cama, en el espacio olvidado, el espacio muerto.

Pedí saber. Se lo pedí al cielo, diré, aunque no haya cielo acá; aunque no haya más nadie, aunque no haya más que perros ladrando. Alas oscuras, alas arriba a modo de cielo, alas que puedes acariciar con los dedos, los ojos cerrados porque para nada los ojos, para nada en lo oscuro, aquí, en lo oscuro, no te valen los ojos. Te vale pedir. Te valen los dedos tentando la calidez de las plumas, de las alas oscuras; el filo, la herida, el espacio liminal de la angustia. Te valen los dedos tentando, te vale la angustia, te vale pedir, te vale saber. Saber qué te araña, saber lo que arañas, desde abajo buscando, desde arriba en la espera, desde el éxtasis, desde la angustia, desde el entierro, desde el espacio olvidado, desde el olvido de lo muerto.

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