miércoles, 3 de enero de 2024

Veo una piedra incandescente y una máscara de niebla, veo una canción, una imposible intimidad en la tangente. Una maraña de palabras escapadas de la carne. Abandono. Redundancia. Retorno. El lugar donde mueren las ficciones. Realidades suspendidas, tiempo suspendido, sueño, sueño, sueño, ilusión sin tiempo donde encontrarse con los muertos. Estado del no ahora. Esfera existencial de lo imposible.

sábado, 30 de diciembre de 2023

Lo absoluto -dijo mientras se desvanecía, como si nunca hubiera estado allí - sólo se puede nombrar en lenguas muertas, que nadie usa ni comprende. A menos que se renuncie a la idea de lo firme, de lo estático, y se acepte por toda existencia la transformación, el fuego, la recreación.

lunes, 4 de diciembre de 2023

 Voces familiares en el juego de los ecos. Giros, gestos, expresiones, curva pronunciada de los labios. Atentos a lo fugaz, agua de la misma fuente. 

lunes, 6 de noviembre de 2023

si nos quedáramos muy quietos

a nuestra espalda se formarían dunas
el viento nos cubriría de silencio
de oscuridad dorada y punzante

seríamos canciones en el vientre
canciones en la espera
secretos no alumbrados
en el horizonte sinuoso del desierto

lunes, 16 de octubre de 2023

y despertar
en la verdad
anóxica

azul
de cielo
azul de
labio

(acabará septiembre
con su dolor indescifrable)
veranos de la perra blanca

(adolescencia incandescente)

habitaciones sombrías

sentido
fragmentario

fósiles en llamas a través
de un
cielo insomne

miércoles, 27 de septiembre de 2023

Arañazos. Sentir arañazos bajo la cama. Como de un animal trepando hacia arriba, cavando hacia arriba; cavando hacia mí desde abajo, arañando las tablas del somier, arañando la parte de abajo del colchón. Constante, metódico, a veces desesperado. Como si fuera un no muerto en su ataúd; un mal sueño enterrado vivo en su ataúd, un mal sueño atrapado en pleno éxtasis y tomado por muerto. Encerrado en la caja, sepultado, olvidado, bajo mi cama, en el espacio olvidado, el espacio muerto.

Pedí saber. Se lo pedí al cielo, diré, aunque no haya cielo acá; aunque no haya más nadie, aunque no haya más que perros ladrando. Alas oscuras, alas arriba a modo de cielo, alas que puedes acariciar con los dedos, los ojos cerrados porque para nada los ojos, para nada en lo oscuro, aquí, en lo oscuro, no te valen los ojos. Te vale pedir. Te valen los dedos tentando la calidez de las plumas, de las alas oscuras; el filo, la herida, el espacio liminal de la angustia. Te valen los dedos tentando, te vale la angustia, te vale pedir, te vale saber. Saber qué te araña, saber lo que arañas, desde abajo buscando, desde arriba en la espera, desde el éxtasis, desde la angustia, desde el entierro, desde el espacio olvidado, desde el olvido de lo muerto.

miércoles, 23 de agosto de 2023

Aquí, todo fue aquí, después de tantos, después de todo, fue aquí. Creí llegar. Aquí el principio. Sueños del fuego y del monzón. Una casa, un refugio, una ciudad donde arraigar y ser y florecer. Un edificio junto al mar y lluvia adentro, lluvia fértil y sombra fértil y caricia del musgo y los helechos y reír de madrugada con los pies en la corriente. Reír por avenidas. Todo aquí. Pero no ahora.

Ahora solo temblor de tinta azul en los diarios, pies clavados en la acera, los ojos negros, vertederos, juez y parte, primera última vez. Ahora escaleras incompletas que terminan y comienzan en el aire, o en una puerta que no cierra, o que no abre, o que no va a ninguna parte. La pared desnuda, los restos de papel, cuadros, azulejos y calendarios y rincones abiertos como libros, intimidades desgarradas, abiertas en canal, geometrías en el aire, sólido entonces y ahora nada, intimidades derramadas en las ruinas de un solar. Vibrantes, perdidas, irreparables. Así adentro como afuera cicatriz de excavadoras, edificios condenados, urbanismo emocional. Espacios con improntas condenadas a desaparecer, una vaga nostalgia, un incendio imperceptible como el eco de la sombra del dibujo de un volcán. ¿Cuanto tardas en enamorarte? ¿Cuanto en arder?

Dibujo con la mano sigilos en el aire, puerta, ventana, balcón, fachada, un toldo verde, sábanas que se secan al sol. Geometría evanescente con la yema de los dedos, puertas, muebles, sonidos, ese olor, la espalda ajena de Christophe. Cerrar los ojos e inspirar, tensión adentro, torrente de aire contra el nudo en los pulmones, contar cinco, derramar, derramar, derramar, derramar el aire y todo cuanto pueda arrastrar. Así. Así otra vez. Así como entonces. Vaciar pulmones, desgarrar, derramar, geometrías del recuerdo en un solar. Vaciarse de ventanas y paredes y miradas y espaldas y desiertos y del sol y de la hiedra trepadora, la hiedra que se agarra adentro, con raíces en el vértigo, con raíces en lo oscuro, la hiedra adentro, arráncala, arráncala con aire, ojos abiertos, arrástrala, cerrar los ojos, inspirar, tensión adentro, torrente de aire contra hiedra en los pulmones, contar cinco, derramar, derramar, derramar. La hiedra, el aire, la pared, la oscuridad, la espalda ajena de Christophe.

Demasiado sol aquí. Sol y malas hierbas. Gatos furtivos. Hiedra y vértigo. Hace mucho que no llueve, no llueve ni en sueños, todo es sol y salitre y espuma y paredes abiertas a la vista de todos, paredes que esperan el juicio o la demolición mientras la intimidad se evapora entre la indiferencia de todos, y las paredes y el cielo y la piel y los sueños se cubren de sal y espejos rotos y relámpagos de ayer entre maleza.Al despertar me cuento los dedos, así como ahora, uno, dos, cinco, diez, y todo se apacigua, es un acto sencillo, una rutina, para sentir las raíces aquí, tomar conciencia, salir del sueño por mi propio pie, dejarlo atrás, allí, adentro. 

Sueño demasiado. Sueño con vacíos y sol y la piel seca y voces que parecen amables pero no. Sueños jodidos, siempre a la intemperie, abierta como una piel para curtir, y todos me hablan pero nunca veo quien. Solo de espaldas. Solo de soslayo. Solo los siento. Sus miradas que me arden como el sol en la piel seca y curtida y en la boca seca y quiero hablarles y no puedo responder. Entonces callan y se van. Y solo queda el sol. La sed. Apenas el temblor. Es jodido ese temblor. Por eso me cuento los dedos al despertar, uno, dos, diez. Ellos se van, escaleras arriba, por ese tramo indultado por capricho, por casualidad, por azar, en el caos de la demolición. Se van, los oigo irse, sigo contando, cinco, siete, diez, se van del todo, pero no, porque las escaleras acaban en ninguna parte y sé que esperan, ocho, nueve, diez, diez todo el tiempo en la yema de mis dedos, sueños sin árboles, sueños sin paz, escaleras incompletas, voces amables pero no, cinco, siete, nueve, diez.

Soy como la hiedra en la pared. Tomaré el tren para marcharme pero soy como la hiedra en la pared. Me voy de aquí pero soy como la hiedra en la pared. Una pared de vértigo, echando raíces en el vértigo, y el vértigo camina en mí, tatuada por dentro, hecha de sol y de miedo, derribo y sequía, de paredes desnudas, escaleras suspendidas, tormentas en ninguna parte, espaldas ajenas y voces que no dejo marchar. Y después de los sueños amnesia. Volcán y azufre. Dentro, fuera, alrededor, geometrías del recuerdo: rincones, esquinas, caricias, astillas, voces como esquirlas, formas traslúcidas, escenas mutiladas en espacios que solo entonces, presentes aquí, pero no ahora. Una última mirada, un tatuaje en la mirada, conocimiento, desarraigo, movimiento, aceptación, emprender el viaje por la única avenida, paso ligero a la estación. 

Hace demasiado sol. Tengo la piel seca y oscura Hiedra adentro, helechos en los pies, nostalgia de tormentas, de bosques liminales. Soy tiempo robado y resurrecciones, espalda ajena a todo cuanto se agita, tiembla, se mezcla y desmorona, a la sucesión de amaneceres y crepúsculos y de incendios desaforados. El tren, el sol, el hiriente azul, las avenidas, la hiedra en la pared, un túnel que atravesar, un rito de paso, una pequeña muerte junto al mar.

viernes, 11 de agosto de 2023

Como si en verdad temiera al tigre la mano se demora en el aire y escucha con atención, en el lance le va la vida, el alma, los delirios del hombre en el camastro, la fuga tóxica en la perfecta geometría del espacio, en la excitante sensación de saber que todo, inesperadamente, se transforma al contacto con el discurso de los locos, con la piel del animal.

Trazar signos sobre el fuego con la yema de los dedos, sigilos sobre la piel azul y evanescente. Abrir puertas que no son, estancias que no son, incendios que no son y sin embargo el fuego, el fuego cuando te atreves, el incendio cuando te atreves elevándose en remolinos de sabiduría que se pierde y ya no está, ya no es, que ya tú, yo, sí. El aroma de azahar. El sonido que no ahora pero aquí, de metal contra la tierra, de los surcos inundados, de la fuerza y de la huida, de piel quemada, perros flacos, sol de agosto. Piel perfecta de los ecos.

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